LO QUE más me preocupa de la vejez, decaimiento físico aparte, es que deje todos mis defectos a la vista. Porque el joven o el maduro aún es capaz de disimular sus envidias, rencores o manías, quizá porque dispone todavía de mucho futuro por delante y confía en reconducir su vida, pero el viejo no: la mayoría de los viejos tienen un cuerpo de cristal por el que se transparentan sus malos humores, el peor de los cuales es que no se responsabilizan de sus vidas. ¡Qué penoso espectáculo sería verme echando la culpa de mi seguro fracaso al alcalde, al presidente, al sistema, al país, o a todos!