Septiembre 2016


ME ENCANTA detenerme a mirar los bancos de nubes, siempre en busca de alguna que se aparte del resto de compa帽eras. Es como jugar un solitario con el cielo. Suele suceder que la nube se aparta al principio a muy poca velocidad, dubitativa, como luchando por volver al redil, pero pronto empieza a separarse cada vez con m谩s rapidez y al cabo de unos segundos, a veces minutos, ya est谩 separada del todo y se ha constituido en isla, momento que me llena de alborozo, pues siento que mi nube ha ganado y que est谩 orgullosa de ser una nube distinta. Creo que en las relaciones humanas sucede lo mismo: cuando uno nota alguna diferencia con los dem谩s, tiende al principio a ocultarla y lucha por permanecer con los-del-sentido-com煤n, pero si esa diferencia aumenta hasta el punto de que te acostumbras y dejas de sufrir por ella, sucede al final que no solo la aceptas sino que empiezas a enorgullecerte y hasta exagerarla, de modo que surge un nuevo peligro ⇒el de la vanidad ⇒el de creerse mejor ⇒el de menospreciar al resto de nubes.