Abril 2019


TIENE MÁS valor mi héroe de ahora, porque el héroe que cultivaba cuando era pequeño estaba más cerca del objetivo, era un héroe que navegaba fuera de mis aptitudes reales pero entraba dentro de la ley matemática, de modo que cuando soñaba con ser Maradona o Muhammad Alí lo soñaba realmente, pensaba que podía materializar algún día esos delirios, y en cambio ahora, a los cuarenta y tantos años, con las patas de gallo y los músculos cansados, después de haber fallado hace dos semanas, por primera vez en mi vida, las letras más pequeñas en la revisión del oculista, las hazañas que sueña mi héroe se han vuelto inalcanzables hasta para el cálculo más elemental de probabilidades, sobre todo teniendo en cuenta que casi todos mis sueños son deportivos, de gran necesidad física, y sin embargo sigo soñando despierto como el primer día, al mismo ritmo y con la misma intensidad de mi infancia, cultivando como nunca a mi héroe, que ahora es enteramente ficticio, y me basta cualquier alfiler del día para imaginarme de repente en Wembley, final del Mundial del fútbol, mi equipo a la desesperada y el rival percutiendo, cuando llega el último minuto y de pronto sucede, vuelve a suceder: el balón me acaba de llegar a mí.