NI SIQUIERA soy la estrella de mi propia vida. Me pasé los cuarenta primeros años de mi existencia luchando contra las consecuencias de mi nacimiento: las mugres que en forma de familia, pueblo, iglesia, género, sexo o patria me habían tocado. Justo cuando las comenzaba a vencer, me llegaron los primeros avisos de la muerte: pérdida de vista, problemas estomacales, rodillas débiles, lentitud general de mi cuerpo... Tarde me he dado cuenta de que el nacimiento y la muerte son los dos verdaderos protagonistas de la existencia, y yo una simple actriz secundaria que va dando tumbos entre ellos.