Diciembre 2015


EN SU Abecedario autobiográfico, Milosz refiere la historia de un amigo suyo, Abrasza, poco habituado a meterse en política, que sin embargo fue muy activo en las jornadas parisinas de mayo del 68 “no por nada, solo por el jaleo”, y que me ha hecho pensar de inmediato en cuántas cosas se hacen por el jaleo y si no serán las ganas de jaleo uno de los motores más grandes de la historia. Recuerdo una vez, cuando estudiaba en el colegio de Larrondo y murió atropellada una chica dos cursos menor al nuestro, la algarabía que se desató entre nosotros cuando supimos que ese día no nos iban a dar clase, y cómo tuvo que intervenir la Hermana Sagrario para poner orden:

—Sinvergüenzas. A vosotros os da igual todo. Hasta que se muera una de vuestras compañeras, no tenéis ninguna caridad.

Todavía de adulto me ha sucedido, en los casos en que ha aumentado la temperatura, léase el fin del bloque comunista, la primera Guerra de Irak o la caída de las Torres Gemelas, que solo pasadas las horas se impone mi aprendizaje humanista-cristiano y deseo que todo se resuelva bien y haya paz para todos, pues al principio lo que me ocurre es que soy presa de una gran excitación, de unas ganas de “a ver si de una vez explota el mundo”, y soy dominado por mi bovarismo y peterpanismo congénitos ⇒por mi odio a la esclerosis cotidiana ⇒por mi deseo de una vida peligrosa ⇒por mis irrenunciables ganas de jaleo.