ME DICE el dueño del Kebab donde suelo comprar pollo asado:
–Bueno, ahí va el pollo, para que lo disfrutes con tu mujer o hijos…
–No, no –le respondo yo–, vivo solo.
–¿Cómo? –me responde sorprendido–. ¿Y compras un pollo entero para ti solo?
Pues sí. Siempre compro un pollo entero. Pero no es solo para mí: es para mi ansiedad y yo. A mí me basta con comerme la mitad del pollo, y mi ansiedad se traga el resto.