AHORA QUE trato de hacer una antología de la aforística universal, estoy sacando de las bibliotecas los libros que ya había sacado en su día, pues suelo poner una equis en los aforismos que me gustan y me basta escoger entre ellos para subirlos al blog.
—¿Estás reconociendo, Batania, que perteneces a ese tipo de personas, merecedoras de una buena patada en la boca, que subrayan con rotulador o bolígrafo, doblan o dejan marcas en las páginas y hasta escriben comentarios enteros en los libros de las bibliotecas públicas?
—No tanto, no tanto.
Solo dejo una equis a lápiz en los poemas y aforismos que me gustan. Si son libros en prosa, marco en el margen una línea vertical, también a lápiz. Y sí, me gusta hacerlo. Sobre todo en los libros de aforismos, que lee mucha gente y te encuentras a lectores anteriores que ya los habían marcado, porque comienza entonces un bonito juego. Primero, por rescatar los aforismos que nadie ha marcado (uno se siente muy inteligente y especial cuando lo hace). Y segundo, por poner a lápiz una marca diferente que te distinga de los demás. Si alguien ya puso una equis, tú marcas el aforismo con un círculo. Si también existe círculo, tú pones una uve. Si existe uve también, pones un guion. Y es divertido en los libros de aforismos más leídos, ahora que estoy volviendo a sacarlos otra vez, no recordar la marca que dejé: ¿eran mías las equis, los círculos, las uves o los guiones?