Julio 2016


DE MI caserío Astobieta recuerdo que a veces una golondrina se colaba por error en las habitaciones o la cocina, y entonces ya le podías abrir todas las puertas y ventanas o dirigirle hacia ellas, que la golondrina se daba de cabeza contra el televisor, los armarios, las camas, las toallas, los pucheros, la sartén y toda posible no salida hasta que, al fin, volvía a salir por la ventana, una vez agotadas todas las trayectorias. A veces me pregunto si no seré yo esa golondrina que solo acierta una vez que se le han acabado todos los errores.