PERO NO soy viejo, qué voy a ser viejo. Que en mis adentros vive un poni con dientes de leche se demuestra en que sigo teniendo sueños estruendosos, uno cada hora, que no pienso cumplir, y hago planes tan descabellados que se mueren en la placenta, que no tienen más remedio que morirse por culpa de su puro disparate.
El día en que cumpla un solo sueño o haga un plan que funcione; el día en que construya algo sólido o consiga alguna de esas cosas que tiene todo el mundo (familiares, patria, amigos, propiedades...), entonces sí que podréis llamarme viejo. Y podréis despreciarme, increparme y hasta darme un premio. Pero hasta entonces no. Hasta entonces siempre seré un escritor silvestre y preescolar, un eterno irresponsable que escribe mientras mastica gominolas y alabea sus palabras con plastilina.