No sé en qué reportaje del The New York Times he leído esta semana que, entre los que sufrimos las secuelas post-Covid, los que tenemos el metabolismo rápido o nervioso nos estamos llevando la peor parte.
Este detalle se une a otro del que ya escribí en marzo: si para evitar la enfermedad lo decisivo es no llevarse las manos a la cara, los que somos unos histerias estamos en desventaja, porque es imposible que no hagamos eso al menos una o dos veces al día, solo para apagar el fuego congénito que llevamos dentro.
Estoy en disposición, por tanto, de contribuir a la conspiranoia general con otra teoría de la conspiración, esta de cuño estrictamente neorrabioso: el coronavirus ha sido creado por el Gran PNV Mundial para que solo queden en la tierra las personas planas, tranquilas, desapasionadas, de esas que se conforman con el trío Familia+Partido+Patria, y desaparezcan en cambio las personas llenas de curiosidad, incapaces de identificarse con nada, de esas que llevamos una bola de pirañas en el cerebro.