Octubre 2021


¿LIBRE ALBEDRÍO yo? ¡Pero si yo era tal como soy desde los cuatro años! Lo mío se explica fácil: único varón entre tres hermanas, no pude jugar con ellas en una sociedad tan rural y machista, y como en los caseríos cercanos el niño con la edad más próxima a la mía contaba con nueve años más, me condené a la soledad y a un mundo de ensoñación. Cuando a los cinco años me mandan al colegio de Larrondo, las monjas se quedan sorprendidas de mi estado salvaje y, como descubren que soy un revientaclases, tratan de librarse de mí echándome de ellas: yo he estado más tiempo castigado en el pasillo que sentado en un pupitre. Este lavarse las manos de mis profesores no duró solo hasta el fin de la EGB sino de COU; hasta hubo una profesora de filosofía que, en tercero de BUP y “bajo su responsabilidad”, pidió y consiguió en las tutorías que se eximiera “al alumno Basterrechea” de acudir a sus clases, porque estaba segura de que iba a aprobar de todas formas y así se ahorraba las consecuencias de un terremoto como yo.

¿Quién es la única persona en mi vida que ha tratado de enseñarme un manojo de noes, pues nada más que eso es la educación y la socialización? ¡Mi madre, naturalmente! Pero como estaba sola en el esfuerzo y sus métodos eran a hostia limpia, no consiguió más que forjar un boomerang: la persona que más he odiado en la vida es mi madre; la he odiado tanto que aún hoy, en Madrid, mi pesadilla recurrente es que regresa para cumplir su tarea inconclusa de enseñarme noes, pues ella me conoce mejor que nadie y sabe que lo que a mí me pasa es que soy un ser sin socializar. Cómo será de mayúscula esa falta de socialización que yo, cuando llega la muerte de mi padre, que es uno de los dos únicos acontecimientos que me han sucedido en la vida (el otro es Iratxe), reacciono contra la existencia en sí, contra la misma existencia en sí, la muerte de mi padre es el primer NO que me estalla en la cara, ¡un NO gigante a una persona que se niega a aprender noes, que fía toda su respiración a declararles la guerra!