Agosto 2019


PIENSO COMO un colgado, visto como un colgado y hasta camino como un colgado, pero no soy un colgado. No lo soy porque conservo la necesidad de que me miren, de llamar la atenci贸n, de contar con un auditorio que me aplauda o me ri帽a o me tire cacahuetes. Hasta un punto y un volumen, ojo: la 煤nica vez que publiqu茅 con un editor, un loco que me amenaz贸 con sacar doscientos ejemplares de mis engendros sin mi permiso "y regalarlos", le puse la condici贸n de que mi libro no llegara al FNAC o El Corte Ingl茅s, porque me repugna el capitalismo reba帽iego y creo que la masificaci贸n supondr铆a la muerte para un poeta de mi tipo. Ser un poeta popular, tener lectores y ser admirado, eso s铆; ser un poeta de masas, tener fans y ser idolatrado, eso no. Pero de santo no tengo nada y me gusta que me sepan, sin duda uno de mis peores defectos, y es ese af谩n de ser mirado lo que impide que me descuelgue de la sociedad, lo que me mantiene a flote. A mi cerebro vanidoso le gusta contarme que soy el 煤ltimo caso de escritor procedente de un lugar rural y humilde que, lleno de resentimiento, llega a la capital decadente para vengarse. ¿Y de qu茅 me quiero vengar? Todav铆a no lo s茅.