Algún día dejaré de mirar chicas en la pantalla para masturbarme. Será el día en que naden pingüinos en el Sahara. Todo decae en mí salvo el número de pajas. Aunque la edad avance y la capacidad sexual disminuya, nunca estoy tan cansado como para no hacerme otra. Qué asco me doy. Y luego dice Onfray que la masturbación es algo excelente. Qué coño va a ser excelente. Al menos a mis niveles. Es ponerme a imaginar lo que sería yo sin la masturbación y siento que me nacen tulipanes por dentro. Podría florecer. Podría proponerme cualquier cosa. Hasta ser escritor. Pero qué. Imposible quitarme esta condena. Cien minutos es el límite. Si no me masturbo en menos de ese tiempo, noto que me crispo. Que me invade la ira. Me pongo violento conmigo mismo. Qué asco de cuerpo me ha tocado. Si algún día saco un libro con las cavilaciones de este blog, debería llamarse Entre paja y paja. Sí: buen título para mi vida. Para lo poco que la masturbación me dejó de vida.