MENOS MAL que existe la cama: si la prisión de mi cerebro no se suspendiera durante ese tercio del día en que duermo, qué difícil sería continuar. Siempre he vivido en drama el estar encarcelada en una conciencia que al ser siempre la misma conciencia me genera un malestar continuo. ¿No podría intercambiar mi mente con la de mi gata Lorca al menos un día de la semana, con el fin de airearme? Sé que no hay vida fácil, salvo la del joven y la enamorada, pero nunca me habituaré a estas tristezas que me vienen así, sin saber cómo...