HAY DÍAS en que me digo, por favor, qué terrible es la vida que llevo, el Sáhara es un lugar alegre comparado conmigo, qué galerías de confusiones arrastro, qué desconocimiento tengo de mí misma...
Pero otros días que pueden ser el mismo día, pienso al contrario: al fin alcanzaste tu sueño, Vanessa, al fin vives apartada de los seres vacíos, con el nombre que tú querías y abrazando como claridades todas las confusiones.
Si no fuera por un cerebro tan maleable como el que tenemos, no se podría sobrevivir. Es un órgano tan sofisticado que nos permite ser reina y leprosa en la misma vida, sentirnos tristes cuando vamos ganando y felices aunque perdamos.
Con un cerebro así, ¿a quién le sorprende que haya comunistas que se vuelvan fascistas, creyentes que se vuelvan ateos o viceversa, personas que se amen intensamente y luego se odien?